viernes, 8 de octubre de 2010

Seguimos con El amor erótico según Erich Fromm

Hablábamos de que el amor erótico es exclusivo pero si es importante aclarar el término ya que esta exclusividad no se refiere a posesión, la típica frase "mío o mía y de nadie más", recordemos que somos seres humanos compartiendo e intercambiando un deseo que es exclusivo, pues no amamos nunca de la misma forma a una persona o a otra; no somos objetos que se compran o se ganan para decir que esta bicicleta es sólo mía y de nadie más, mía y no la comparto. El amor cuando es egoísta, cuando no se comparte no es más que una carencia disfrazada de amor, en todo caso, es todo lo contrario a amor, es egoísmo, es posesión, es incapacidad por amarse a uno mismo y mi necesidad es tan grande que pienso que amo al otro más que a mi mismo y es cuando no tolero compartirlo, no soporto los celos porque otros quieren a mi objeto, pero en realidad lo que decimos es que no reconocemos al otro como un ser humano digno al que merecemos y merece ser respetado como individuo y más aún no reconocemos esa falta de amor y estima propia.Cuando una unión se da entre dos personas posesivas no se acompañan, en realidad siguen estando solos entre sí, enajenados de sí mismos; su experiencia de unión no es otra cosa que ilusión.
En amor erótico, el real, es capaz de amar en el otro a toda la humanidad, lo respeta, confía, no es posesivo, sabe que el amor trata de compromisos totales e todo aspecto de la vida.
"El amor debe ser esencialmente un acto de la voluntad, de decisión de dedicar toda nuestra vida a la de otra persona."
En la cultura occidental crecemos con la idea de que el amor es una serie de sensaciones que se experimentan mágicamente, sin conocer al otro se que él o ella es la indicada, sé que es el hombre o la mujer perfecta, me imagino toda mi vida perfecta al lado de aquel que mágicamente provocó una serie de sensaciones explosivas dentro de mi y tiendo a pensar que ese sentimiento es amor y lo sentiré por siempre y viviré felices para siempre. Se nos olvida el pequeño gran detalle: el de la voluntad.
Olvidamos que Amar a alguien no es sólo un sentimiento poderoso, es más bien una decisión, un juicio, una promesa que es esa que damos al momento de casarnos "prometo amarte y respetarte hasta que la muerte nos separe", si se tratara de sólo un sentimiento entonces tal promesa carecería de significado o importancia, ya que el sentimiento así como comienza desaparece.
Entonces decimos que el amor es exclusivamente un acto de la voluntad y un compromiso que cuando lo hacemos queremos hacerlo y nos comprometemos a hacerlo realidad.
Ahora bien, no por lo anterior podemos decir que el amor no debe disolverse jamás y bajo ninguna circunstancia, como tampoco apoyamos la idea de la facilidad en disolverlo, al final el amor es, una vez más, un arte que se trabaja y perfecciona por dos personas, no por una y sus deseos o ideas, sino desde la realidad de dos personas que objetivamente deciden tomar ese compromiso con todo lo que conlleva esta decisión. 
Así decimos que "si un individuo es capaz de amar productivamente, también se ama a sí mismo; si sólo ama a los demás, no puede amar en absoluto". Con esto volvemos a la analogía de la persona celosa y posesiva, y determinamos que entonces esa persona es incapaz de amar, es avariciosa, es egoísta pero en ningún sentido ama verdaderamente, sólo disfraza sus verdaderos deseos con eso que a otros ojos parece amor.
"La persona egoísta sólo se interesa por si misma, desea todo para sí misma, no siente placer en dar, sino únicamente en tomar" -es mía-. No le interesa lo que los otros quieren, desean o necesitan, sólo ve el mundo a partir de él, no le interesa la dignidad e integridad del otro. El egoísta no se ama demasiado, sino muy poco, es más, es un odio disfrazado. "Parece preocuparse demasiado por sí mismo, pero, en realidad, sólo realiza un fracasado intento de disimular y compensar su incapacidad de cuidar de su verdadero ser."
El egoísmo se entiende mejor cuando vemos a una madre sobreprotectora que cree que es en extremo cariñosa con su hijo pero en realidad es una hostilidad reprimida contra el objeto de sus preocupaciones. Sus cuidados exagerados son debido a su incapacidad de amarlo. La persona sumamente generosa no quiere nada para sí misma, sólo vive para otros, se enorgullece de no ser importante. Sin embargo, a pesar de esta generosidad no es feliz, sus relaciones son insatisfactorias, aún con los más cercanos, tiene una gran incapacidad de amar, es hostil con la vida y detrás de esa ilusión de generosidad se oculta un intenso egocentrismo disfrazado pero intenso.
Meditemos entonces en el amor que decimos tener por nuestra pareja, ¿que clase de amor es? o más bien la pregunta sería: ¿en verdad es amor? o es odio, hostilidad y egoísmo disfrazado para que nadie lo note y no tener que enfrentar las consecuencias de mis decisiones o para no tener que enfrentar la realidad de mi persona quien necesita trabajar en ella para entonces sí, después poder tomar la decisión del amor, de un amor sano y verdadero que antes que nada se ama a sí mismo para poder amar al otro y a todos los que viven en el otro, entendiendo a esto como todos los que el otro decide amar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario